lunes, 5 de septiembre de 2016

#1

Hay un momento de la vida en el que sientes que no puedes más. No te sientes especial, no te sientes la persona indicada para la gente que te rodea, a pesar de todas las demostraciones que hayas tenido (abrazos, preocupaciones, acciones, miradas... Sentimientos al fin y al cabo).
Hay un momento de la vida en el que sientes cosas completamente opuestas. Quieres vivir, porque tienes esperanzas en la vida, en tu futuro. Y a la vez quieres morir, porque no te gusta tu presente, quizás también por lo explicado anteriormente.
En este momento de la vida te preguntas: ¿Qué he hecho mal?¿Habré hecho algo bien acaso? ¿Por qué no soy feliz a pesar de que me va bien todo?. Y por mucho que pienses en ello, nunca encuentras la respuesta. Todos los abrazos, todas las acciones, toda tu historia, toda la gente que te rodea y te ha rodeado. Todo lo que te ha hecho feliz, lo que te hace feliz. Llegas a ese momento en el que no lo consigues ser feliz, y sin embargo no puedes ponerle cara a esos demonios que te acechan y aterrorizan. Te sientes que no tienes recuerdos suficientemente buenos para invocar tu patronus, porque echas de menos esos recuerdos y estos se debilitan a su vez.
Vivo estancada entre el pasado y el presente. ¿Sabéis lo que es eso? Es una sensación horrible que no se la recomendaría a nadie. Sabes que el pasado ya ha pasado, que tienes que disfrutar el presente, pero no puedes. No es que la felicidad ha desaparecido. Sigue en tu día a día, la encuentras en lo más pequeño, como que te salga recta la raya del pelo, el sabor del café o pasar un buen rato con tus amigos. Pero de repente desaparece, y no como si nada. Es como si miles de agujas se te clavasen en el corazón, intentas quitártelas, incluso a veces lo consigues, pero siempre, siempre vuelven.
Algunos dirán, la tristeza es necesaria en la vida, no se puede apreciar la luz sin la oscuridad. Y tienen razón, no lo voy a negar porque básicamente pienso igual. Pero casi medio año de oscuridad que apenas me deja ver esos brillos es mucho.
Me echo de menos, echo de menos mi persona, y sin embargo no sé qué echo de menos. He evolucionado, las personas cambiamos, y en este caso no me veo yendo hacia el lado incorrecto. Pero hay una cosa que sí que echo de menos, su felicidad. Su gran felicidad a pesar de todo lo que venía encima, cómo tenía esperanza de arreglar sus heridas y seguir luchando hacia delante. En cierto modo echo de menos su esperanza en el futuro, porque ha cambiado. Echo de menos su inocencia en algunos aspectos. Este verano he pensado en cosas, he fantaseado con cosas que nunca antes fantaseaba en serio.
Ámbitos como la esperanza o la felicidad sigo teniéndolos, incluso la inocencia. Pero han cambiado.
No soy la misma de hace 3 años, de 2, de 1, ni siquiera soy la misma que hace una semana. Son cambios lentos, graduales que realizas poco a poco. Sé la edad que tengo, sé que las hormonas están actuando como las da la gana, pero no creo que deba de ser como lo estoy pasando, no creo que sean la causa principal, si no un poco de todo mezclado que ha explotado y ha dado a esta sensación tan larga.
Esto puede que sea una breve introducción a mí, si podéis entenderme o comenzar a conocerme gracias a ello, adelante. Lo que sí os digo es que esto me ayuda a liberar y seguiré haciéndolo de vez en cuando.